Yo me fijo en el corazón


En el tiempo de Samuel, la gente vino a él para pedirle un rey, tal como todos los demás pueblos tenían (1 Samuel 8:5). Samuel habló con Dios al respecto y le advirtió al pueblo lo que pasaría si tenían un rey, pero ellos igualmente querían uno.
Había un hombre, Quis, que de alguna manera perdió sus burros. Mandó a su hijo Saúl a buscarlos. Saúl era un chico apuesto (9:2) que terminó yendo donde Samuel para ver si sabía dónde estaban los burros perdidos y, de pronto, el apuesto buscador de burros de 30 años pasó de ser nada a convertirse en rey (11:15).
Pero Saúl terminó apartándose de Dios con malos resultados. (13:14). Ocurrieron guerras. Dios dio instrucciones. El pueblo desobedeció, incluso Saúl. Samuel y Saúl discutieron acerca de si Saúl había sido obediente o no, pero Dios tenía la última palabra (15:22-23). Y Samuel nunca más vio a Saúl.
Dios le dijo a Samuel que Él había elegido un nuevo rey, uno de los hijos de Isaí y lo envió a buscarlo.
Samuel conoció al primer y apuesto hijo y pensó que era “de seguro” el nuevo rey. Pero Dios le dijo que no se trataba de apariencias externas, sino que del corazón. Entonces Samuel conoció a todos los otros hijos, pero supo que ninguno de ellos era aquel que Dios tenía en mente para ser el siguiente rey. Le preguntó a Isaí si tenía más hijos.
Aquí entra David. Él era “el elegido” (16:12). Fue el que fue ungido como el siguiente rey del pueblo de Dios. Y quedó en la historia como un querido seguidor de Dios – aunque no sin sus fallas o (grandes) errores–, como un rey que le dio su corazón a su Creador. La belleza venía desde el interior de David.

No es malo tener belleza física, después de todo, nos dicen que, de hecho, David era apuesto (16:12). Sin embargo, el punto es que la belleza externa no es lo que nos califica para el servicio, el liderazgo o nuestra valía. Todos sabemos que la belleza exterior e interior no están necesariamente relacionadas. Entonces, ¿por qué a veces pensamos que la belleza exterior muestra si una persona es buena o no?

En términos de atractivo, Saúl era considerado “bello”. Era alto, atlético y buenmozo. Pero no tenía la
belleza interior que Dios estaba buscando; David sí. La belleza interior está determinada por nuestro carácter y nuestras elecciones. Como nos dice el Salmo 139, Dios sabe cada cosa que hacemos. Conoce nuestros pensamientos más íntimos, nuestros pecados. Él conocía la integridad de David. Supo de su adulterio y supo de su arrepentimiento de corazón. Dios ha decretado todos nuestros días desde que nos formó incluso antes de que naciéramos.
La parte interior es infinitamente más importante que la exterior.

Pero, ¿Cómo luce la belleza interior? La Biblia nos da algunas ideas: 
• En 1 Pedro 3:3-4 dice que consiste en un espíritu gentil y tranquilo;
• En Efesios 4:2 nos dice que debemos ser humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor;
• En Filipenses 2:3 nos aconseja no hacer nada por egoísmo o vanidad;
• En Romanos 12:9-21 se habla del amor sincero, de la devoción, de honrarse unos a otros, de alegrarse en la esperanza, perseverar en la oración, ayudar a los necesitados, bendecir a los demás, regocijarse, vivir en armonía, no ser arrogantes ni creídos, hacer lo que es correcto, vivir en paz con todos, no tomar venganza y vencer el mal con el bien.

Ambos, Saúl y David eran personas atractivas externamente. A los dos se les dio la misma oportunidad para liderar. Pero uno fue exitoso en su liderazgo, y el otro no. El factor determinante en su éxito a los ojos de Dios fue su belleza interior: su carácter y su integridad. Podemos aprender mucho de la transición de Saúl a David. Cada uno tuvo que tomar decisiones, en distintas circunstancias. Pero Saúl tenía orgullo y celos en su corazón. Quería matar y destruir y tenía ambiciones para su propia gloria, por lo que fue sacado del poder. David tenía humildad y deseo de servir a Dios. Tuvo la oportunidad de matar, pero no la tomó y finalmente fue elevado al poder bajo
la guía de Dios.


“Pero el Señor le dijo a Samuel: —No te dejes
impresionar por su apariencia ni por su estatura,
pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las
apariencias, pero yo me fijo en el corazón”.
1 Samuel 16:7

Fuente: Material Bold - Ejército de Salvación.

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